Ante el nacimiento de un nuevo hijo, muchos padres se plantean varios interrogantes. ¿Cómo debemos tratar a
nuestro hijo para que no sienta celos? ¿Debemos prestarle más atención? ¿Debemos ser más permisivos?
A pesar de que el niño oiga que nada va a cambiar, que papá y mamá le van a seguir queriendo igual, es normal que el niño sienta celos.
Los celos son una emoción normal, son la forma que tiene de expresar sus miedos y sentimientos por los cambios ante esta nueva situación. Están muy asociadas al curso evolutivo del niño y también
a la respuesta que damos los adultos a este acontecimiento, pero lo habitual es que vayan desapareciendo gradualmente.
Cada situación es diferente, no hay una
respuesta única, pero podemos aprender algunas pautas para afrontar y manejar esta nueva situación.
En el momento de darle la noticia es importante que preparemos al niño de forma positiva, “¡Tenemos una buena noticia!”. De esta forma se sentirá vinculado con este
acontecimiento. Planteadle algunas preguntas… “Nosotros estamos contentos ¿Y tú?”. Aceptando su respuesta, sea cual sea.
Podéis sacar el álbum de fotos y empezar a establecer un discreto paralelo. Intentad comprender cómo se representan las capacidades del recién nacido, eso le dará
información de la realidad y le ayudará a comprender la nueva situación.
Involucrarle en la llegada del nuevo hermanito. Preparad con él la habitación y las cosas del bebé... Solo si quiere.
Podemos utilizar cuentos donde los héroes sean los hermanos mayores o donde aparezca la llegada de un hermanito y revoluciona la vida de la familia (pero que siempre
acaban bien), le transmitirá seguridad.
Es importante seguir dedicando al niño la atención que necesita e intentar que no desaparezcan sus rutinas y momentos significativos.
Errores que deben evitarse…
No esperar al último momento para anunciar la noticia. Lo que es evidente no debería ser un secreto. Saberlo le dará seguridad y le permitirá ir adaptándose al
cambio.
Es normal que en los primeros meses el hermano mayor inicie una regresión, se hace pipí, reclama vuestra ayuda para vestirse, pide muchos mimos... Tened paciencia,
aceptad los posibles cambios en el comportamiento del niño como algo natural y no machacarse por ellos. No regañes a tu hijo cuando se comporte de esta manera (habla de forma infantil, negarse a
hacer coas que antes hacía solo) lo mejor es no presarle atención. Hazle ver lo satisfecho orgulloso que te sientes de él cuando se comporta de acuerdo con su edad. Recuerda que tu atención sigue
siendo tu principal herramienta educativa. Continúa con las rutinas diarias, dedicarle momentos que le pertenezcan solo a él.
La relación entre hermanos tiene su propio ciclo de desarrollo. Si el clima familiar es emocionalmente estable y equilibrado, los celos puntuales, normalmente son
superados y no presentan mayores problemas.
Y tu... ¿Sabes decir no? Puedes aprender, siendo más asertivo.
Es cada vez más frecuente oír hablar de asertividad, pero no siempre tenemos claro a qué se refiere este
concepto.
La asertividad consiste en ser capaz de opinar, negar, criticar o pedir lo que quiero, en el momento adecuado, del modo adecuado y a la persona adecuada. Ser capaz de manejar estas situaciones,
sintiéndonos seguros.
A menudo cuando algo nos molesta, podemos optar por no enfrentarnos a ello, omitiendo nuestro malestar o expresarlo de forma poco adecuada, entrando en un estado de ira o enfado. Cuando estos comportamientos se repiten, nuestras relaciones sociales tienden a empeorar.
La forma que tenemos de relacionarnos se aprende de forma implícita desde la infancia a través de nuestras experiencias y del aprendizaje observacional de nuestros modelos. Al igual que el resto de nuestros comportamientos, la asertividad es aprendida y susceptible de mejora. Nos puede ayudar a relacionarnos con los demás siendo nosotros mismos y sintiéndonos bien.
Las rabietas son algo normal en el desarrollo del niño. A partir de los dos años (en algunas ocasiones antes), los niños no
saben expresar ni controlar sus emociones, y cuando algo va en contra de sus deseos estallan.
Son una forma natural de comunicarse, a través de ellas expresan sus deseos e insatisfacción. Muestra sus dificultades para controlar su propio comportamiento y también es una forma de llamar tu
atención. Lo normal, aunque parezca imposible en el momento en que suceden, es que estos estallidos emocionales se pasen, sobre todo si le enseñamos estrategias alternativas para comunicarse.
Podemos aprender algunas pautas para hacer frente a estos estallidos emocionales mientras suceden:
Debemos recordar que nosotros somos los adultos, por tanto, debemos mantener la calma y ofrecer un modelo de tranquilidad. El niño no puede, aun no tiene la capacidad para dominar sus emociones.
Es importante respirar profundo y no responder de la misma manera.
Las rabietas son algo propio del crecimiento y desarrollo del niño. Decir no forma parte de su desarrollo, le ayudará a aprender a tolerar la frustración, a madurar y a ser más
independiente.
No prestar atención en exceso en esta situación, si es un entorno protegido, déjale que se desahogue, después acércate a él e intenta distraerle para calmarle. Dale un abrazo, háblale de otra
cosa, recuérdale algo que le guste.
Estas situaciones varían en función de la edad del niño. Los más pequeños no tienen capacidad para controlar sus estallidos emocionales y en ocasiones es necesario que un adulto intervenga de
forma más directiva. Es importante que no consiga lo que quiere con ese comportamiento, es complicado no ceder ante el llanto insistente, pero conseguir lo que desea es la mejor manera de
conseguir que este tipo de comportamientos se sigan manteniendo.
La autoestima se construye y se desarrolla desde la infancia. Aprendemos a valorarnos y a sentirnos bien con nosotros mismos a través de las actitudes y comportamientos que observamos en los adultos. Por tanto los padres tenemos un papel privilegiado para poder crear un ambiente adecuado y favorecer las condiciones para que nuestros hijos crezcan y desarrollen una sana autoestima.
Claves para aumentar la autoestima infantil:
1. La forma en que nos vemos a nosotros mismos, influye en nuestros hijos, puesto que los padres actuamos como modelos para ellos, sentirnos bien y proyectar una autoimagen positiva les enseñará
a valorarse a sí mismos de la misma forma.
2. Los hijos necesitan saber si lo que hacen está bien o está mal pero no basta con advertir de sus errores, aprenderán mucho más rápido si evitamos juicios y etiquetas, resaltamos sus aciertos y valoramos sus logros.
3. Es importante dedicar tiempo a cada hijo por separado, en el caso de los caso de los hermanos, alabar los progresos, hacerles sentirles especial a cada uno por separado, sin compararles
y sin permitir que haya criticas entre ellos.
4. De forma gradual, y acorde a su edad, ir dejando que nuestros hijos vayan adquiriendo responsabilidades. Esto ayudará a que aprenda a ser más autónomos e independientes.
5. Los niños interiorizan el lenguaje de los adultos como suyo propio, un mensaje peyorativo puede ser interiorizado por el niño y adoptado como propio. Debemos cuidar los mensajes y la
comunicación con nuestros hijos puesto que aprenden los criterios de los adultos para formar sus propias impresiones.
6. Confiar en nuestros hijos para ayudarles a crecer. Debemos darles la oportunidad de solucionar sus problemas. Asesorarle y animarle a arriesgar y actuar por su cuenta, a que aprender de
sus experiencias y de los errores y sus propias experiencias. Si confiamos en nuestro hijo, el también lo hará.
7. Dejar que tomen decisiones y resuelvan problemas, pero a la vez, poner límites claros y enseñarles las consecuencias, para que puedan valorar los riesgos y asumir las decisiones más
adecuadas.